Nº 24: El Rosario de los jóvenes


BOLETIN DEL ROSARIO
Año III - Nº 24
febrero de 2008



REFLEXIÓN


La necesidad y la urgencia de la misiónFragmento del mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes del mundo
con ocasión de la XXIII JMJ 2008

Muchos jóvenes miran su vida con aprensión y se plantean tantos interrogantes sobre su futuro. Ellos se preguntan preocupados: ¿Cómo insertarse en un mundo marcado por numerosas y graves injusticias y sufrimientos? ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que a veces parecen prevalecer? ¿Cómo dar sentido pleno a la vida? ¿Cómo contribuir para que los frutos del Espíritu que hemos recordado precedentemente, «amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí» (n. 6), inunden este mundo herido y frágil, el mundo de los jóvenes sobre todo? ¿En qué condiciones el Espíritu vivificante de la primera creación, y sobre todo de la segunda creación o redención, puede convertirse en el alma nueva de la humanidad?

No olvidemos que cuanto más grande es el don de Dios –y el del Espíritu de Jesús es el máximo– tanto más lo es la necesidad del mundo de recibirlo y, en consecuencia, más grande y apasionante es la misión de la Iglesia de dar un testimonio creíble de él. Y vosotros, jóvenes, con la Jornada Mundial de la Juventud, dais en cierto modo testimonio de querer participar en dicha misión.

A este propósito, queridos amigos, me apremia recordaros aquí algunas verdades cruciales sobre las cuales meditar. Una vez más os repito que sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización». Con la fuerza de su Espíritu, Él infunde en nosotros la caridad divina, que nos hace capaces de amar al prójimo y prontos para a ponernos a su servicio. El Espíritu Santo ilumina, revelando a Cristo crucificado y resucitado, y nos indica el camino para asemejarnos más a Él, para ser precisamente «expresión e instrumento del amor que de Él emana» (Enc. Deus caritas est, 33). Y quien se deja guiar por el Espíritu comprende que ponerse al servicio del Evangelio no es una opción facultativa, porque advierte la urgencia de transmitir a los demás esta Buena Noticia.

Sin embargo, es necesario recordarlo una vez más, sólo podemos ser testigos de Cristo si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que es «el agente principal de la evangelización» (cf. Evangelii nuntiandi, 75) y «el protagonista de la misión» (cf. Redemptoris missio, 21). Queridos jóvenes, como han reiterado tantas veces mis venerados Predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, anunciar el Evangelio y testimoniar la fe es hoy más necesario que nunca (cf. Redemptoris missio, 1). Alguno puede pensar que presentar el tesoro precioso de la fe a las personas que no la comparten significa ser intolerantes con ellos, pero no es así, porque proponer a Cristo no significa imponerlo (cf. Evangelii nuntiandi, 80). Además, doce Apóstoles, hace ya dos mil años, han dado la vida para que Cristo fuese conocido y amado. Desde entonces, el Evangelio sigue difundiéndose a través de los tiempos gracias a hombres y mujeres animados por el mismo fervor misionero.

Por lo tanto, también hoy se necesitan discípulos de Cristo que no escatimen tiempo ni energía para servir al Evangelio. Se necesitan jóvenes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamamiento apremiante, como lo han hecho tantos jóvenes beatos y santos del pasado y también de tiempos cercanos al nuestro. En particular, os aseguro que el Espíritu de Jesús os invita hoy a vosotros, jóvenes, a ser portadores de la buena noticia de Jesús a vuestros coetáneos. La indudable dificultad de los adultos de tratar de manera comprensible y convincente con el ámbito juvenil puede ser un signo con el cual el Espíritu quiere impulsaros a vosotros, jóvenes, a que os hagáis cargo de ello. Vosotros conocéis el idealismo, el lenguaje y también las heridas, las expectativas y, al mismo tiempo, el deseo de bienestar de vuestros coetáneos. Tenéis ante vosotros el vasto mundo de los afectos, del trabajo, de la formación, de la expectativa, del sufrimiento juvenil... Que cada uno de vosotros tenga la valentía de prometer al Espíritu Santo llevar a un joven a Jesucristo, como mejor lo considere, sabiendo «dar razón de vuestra esperanza, pero con mansedumbre » (cf. 1 P 3, 15).

Pero para lograr este objetivo, queridos amigos, sed santos, sed misioneros, porque nunca se puede separar la santidad de la misión (cf. Redemptoris Missio, 90). Non tengáis miedo de convertiros en santos misioneros como San Francisco Javier, que recorrió el Extremo Oriente anunciando la Buena Noticia hasta el límite de sus fuerzas, o como Santa Teresa del Niño Jesús, que fue misionera aún sin haber dejado el Carmelo: tanto el uno como la otra son «Patronos de las Misiones».

Estad listos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo; para responder con amor al odio y al desprecio de la vida; para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón de la tierra.

Benedicto XVI
20 de julio de 2007


GUIÓN DEL REZO DEL ROSARIO

El Rosario de los Jóvenes
Estas meditaciones fueron tomadas
del devocionario del grupo G.A.M.-Juventud Ardiente Mariana de Córdoba, Argentina


Oración inicial
Aquí estoy en tu presencia Señor y Dios mío,
consciente de mis pecados y faltas.
Con sincero arrepentimiento
vengo a rechazarlos.
Me duele mi ingratitud
y no haber correspondido al amor que me diste.
Por ello, apelando a tu misericordia, te pido perdón



MISTERIOS GOZOSOS

I. LA ANUNCIACIÓN DEL ANGEL A MARÍA
Una jovencita de corazón diáfano, que con anterioridad al anuncio del ángel estaba consagrada al Padre, acepta libre y consciente ser la servidora del Señor y la Madre de Dios. Con su testimonio de humildad nos enseña el camino que todo cristiano debe seguir.


¿Soy humilde y obediente como lo fue la Virgen María?
¿Acepto siempre la voluntad de Dios o me obstino en cumplir la mía?
¿Estoy atento a lo que Dios quiere para mi vida?


II LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL
La Virgen es ante todo, un modelo de humildad y servicio al prójimo. Ella, que es la Madre del Mesías, decide servir y no ser servida. Por eso nos invita a servir al Padre celestial con alegría y esperanza; a celebrar la misericordia de Dios con los más necesitados.


¿Practico la caridad con todos mis hermanos?
¿Tengo presente el servicio al prójimo, aún con mis enemigos?
¿Pienso la mayoría de las veces en mí antes que en los demás?


III EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
El Rey de reyes no nació en un palacio; por el contrario, Dios quiso que su Unigénito naciera en un lugar pobre, para dar testimonio de su humildad y del amor que tiene hacia las personas de corazón sencillo.


¿Permito que Jesús nazca en mi corazón?
¿Cómo me preparo para que esto ocurra?
¿Reconozco el rostro de Cristo entre los más indefensos y débiles?


IV LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
Bendita tú eres Madre Santísima, por ser modelo de obediencia, por dejar siempre que la voluntad de Dios se haga en ti. Ayúdanos a buscar al Señor, que es esperanza para nuestro cotidiano andar, y a que en su compañía logremos dar pasos que le agraden.


¿Cumplo, como María, la ley de Dios?
¿Respeto sus mandamientos?
¿Me acerco a los sacramentos, especialmente a los de la confesión y eucaristía?


V JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO
La Virgen es discípula que medita y guarda todas las palabras y los acontecimientos de la vida de Jesús en su corazón dolorido.


¿Acepto el sufrimiento y los momentos de angustia?
¿Cuál es la actitud hacia nuestros hijos? ¿Les damos libertad para elegir su vocación?
¿Nos mostramos realmente interesados en las cuestiones de la fe y de la iglesia?


MISTERIOS LUMINOSOS

I EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL RÍO JORDÁN.
Jesús no necesitaba conversión, ni recibir el bautismo de Juan. El que nunca cometió pecado, cargó con el nuestro. Siendo el Salvador, quiere comenzar por mezclarse con sus hermanos pecadores que buscan el perdón, para mostrarles el verdadero camino de redención.


¿Cuál es mi actuar como bautizado, como hijo de Dios y miembro de su iglesia?
Luego de caer en pecado ¿busco el camino de redención?


II LA AUTORREVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ.
Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, primera creyente.


En los momentos más duros, ¿confío en la ayuda divina?
¿Escucho el llamado insistente del Espíritu Santo en mi corazón?
¿Descubro Su presencia tanto en mí como en los demás?


III EL ANUNCIO DEL REINO INVITANDO A LA CONVERSIÓN.
Jesús decía: El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios estás cerca. Conviértanse y crean en la Buena Nueva. Con estas palabras nos indica que ha finalizado la larga espera del pueblo judío; la promesa de Dios anunciada por los profetas comienza a hacerse realidad; la nueva alianza se manifiesta a su pueblo.


¿Deseo alcanzar, como verdadero cristiano, la santificación?
¿Trato con insistencia de alejarme del pecado?
Cuando la vida me pone a prueba, ¿persevero en la fe o me dejo vencer por el desaliento?

IV LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
La gloria de la divinidad resplandece en el rostro de Cristo. Para los apóstoles es un testimonio decisivo, pues los ayudará creer en la resurrección y a vivir una vida transfigurada en el Espíritu Santo.


¿Siento la presencia de Dios en mi corazón o lo busco en las manifestaciones y cosas externas?
¿Obro en la vida de manera cristiana a fin de vivir un día la eterna bienaventuranza?


V LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.
El Cuerpo de Cristo es Pan de Vida que renueva y fortalece.

¿Acreciento el dolor de Jesucristo con mis faltas?
¿Hasta cuándo derramaré su sangre?


MISTERIOS DOLOROSOS

I LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ
Nuestro Señor nos enseña que cuando estamos solos, tristes y angustiados, debemos recurrir siempre a la oración, y apoyarnos en la fe verdadera, en el Dios de Amor. Sólo así hallaremos la paz y la fortaleza necesarias para superar los momentos de mayor abatimiento y tribulación.


¿Es la fe mi arma más poderosa para vencer el temor y la depresión?
¿Acepto la voluntad de Dios Padre, aún cuando ésta me provoque un gran dolor?


II LA FLAGELACIÓN
El dolor de los golpes los lleva no sólo en el cuerpo, sino también en el alma a causa del pecado de los hombres. Pero El, que nos ama, se da a sí mismo como Cordero inocente para ser signo de reconciliación con el Padre.


¿Acepto los dolores y las injusticias que me ocasiona el pecado del prójimo?
¿Cómo reacciono cuando los demás ejercen violencia sobre mí?


III LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Cristo, Príncipe de la paz, verdadero Rey y Mesías, es humillado sin ofrecer ninguna resistencia. No se defiende. No lucha.


¿Asumo con paciencia y valor las humillaciones y las degradaciones?
¿Denigro y menosprecio a mis hermanos?
¿Soy justo?


IV LA VÍA DE LA CRUZ
Cristo, tomando la pesada cruz sobre sus hombros, nos invita a seguirlo dominando nuestras pasiones, alejándonos del pecado, aceptando nuestra cruz de cada día.


¿Acepto siempre el largo camino de dolor que debo vivir?
¿Qué hago para aliviar la cruz de pecados que Jesús carga sobre sus hombros?
Los demás, ¿llevan cruces pesadas a causa de mi actuar?


V LA MUERTE DE JESÚS
Cuando los soldados se repartieron sus vestiduras, Cristo se quedó en el madero de la cruz cubierto con las burlas, las humillaciones, las heridas que nosotros mismos le causamos con nuestro pecado.


Si Jesús dio la vida por mi pecado, ¿qué hago para convertirme y no pecar más?
¿Soy capaz de aceptar los sacrificios, aún los más duros?


MISTERIOS GLORIOSOS

I LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR
La muerte y la resurrección triunfante son dos momentos inseparables del mismo misterio pascual. ¡Felices los creen sin haber visto!


¿Creo firmemente que Cristo ha vencido la muerte y vive glorioso?
¿Creo que Dios nos llama a compartir Su gloria?
¿Comparto ahora su pasión, seguro de que El me hará participar de su Reino?


II LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO
Nuestra búsqueda de Dios no debe quedar solamente en la actitud de un mirar fijamente al cielo; mas bien debemos buscarlo y reconocerlo en nuestros hermanos más pequeños. Así estaremos cumpliendo con lo que el Señor verdaderamente nos pide.


¿Creo que Cristo es Dios y que reina junto al Padre y al Espíritu Santo en el misterio insondable de la Trinidad?
¿Qué hago para ascender diariamente en mi vida espiritual?


III LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Lo había anunciado el Bautista: Yo los bautizo con agua; El los bautizará en el fuego. Jesús envía el Espíritu Santo para que sea guía, fortaleza y consejo para la Iglesia.


¿Escucho al Espíritu Santo que habita en mi alma?
¿Rezo para que ilumine en todo tiempo mis actos?


IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO
La Concebida sin mancha, la Virgen perpetua, entregó su carne y su vida para que el Hijo de Dios se hiciera hombre. Al finalizar su paso terrenal, el Señor no podía sino gloriar a quien nunca conoció el pecado.

¿Vivo con sencillez y humildad, como lo hizo María, para alcanzar una muerte santa?
¿Confío en la intercesión de María Santísima para alcanzar la misericordia divina?


V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO REINA DE TODO LO CREADO
Asociada a toda la empresa de la salvación, la Madre del Rey de reyes es Soberana de la creación.

¿Tengo devoción filial por la Virgen María?
¿Rezo regularmente el Rosario meditando sus misterios para conocer a nuestro Señor a través de Su Madre?


CONCLUSION

Oración final
Consagración de los Jóvenes

Virgen María, Madre querida:
te ofrezco en este día cuanto soy y cuanto tengo.
Coloco entre tus manos
mi libertad, mis anhelos, temores, esperanzas, tristezas y alegrías.
Te entrego mi entusiasmo juvenil, mis estudios y mi trabajo.
Protege mi vida, y vela por mis acciones,
a fin de que, siendo fiel a Dios,
alcance la salvación con tu ayuda.

Amén

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