Nº 13

Virgen María y el Niño.:

BOLETIN DEL ROSARIO
Año II - Nº13
setiembre 2006


REFLEXIÓN

Siete reglas para estudiantes
Por el cardenal Albino Luciani (Juan Pablo I)

1. El aprecio: Uno no llega nunca a estudiar en serio si primero no aprecia el estudio. El aprecio es sinónimo de interés.

2. La separación: Es preciso dedicarse al estudio separándose, al menos un poco, de las malas compañías, de los malos libros, de la televisión, de los juegos ...

3. La tranquilidad: Si se quiere aprender, profundizar y recordar, hay que estar tranquilos, con el alma y la mente reposadas. Con tiempo, con paciencia, con sosiego, con paz.

4. El orden: Que es sinónimo de equilibrio, de justo medio, de prudencia, tanto en las cosas del cuerpo como del espíritu. Este orden ha de concretarse incluso en la alimentación, en el descanso, en la metodología...

5. La perseverancia: La mayor desgracia de un estudiante no es su frágil memoria sino la voluntad débil. Y su mayor fortuna, más que un gran talento, es su firme y tenaz voluntad.

6. La discreción: Es decir, no corras más de lo que permitan tus piernas. No pretendas en una noche aprobar un curso entero. Quien mucho aprieta poco abarca. En el estudio hay que ir poco a poco, día a día, clase a clase, curso a curso.

7. La delectación: Que es lo mismo que estudiar con gusto. El gusto no se suele tener al comienzo. El gusto se va descubriendo poco a poco y después fascina.



GUIÓN DEL REZO DEL ROSARIO

Oración Inicial

Rey celeste,
Espíritu Consolador,
Espíritu de Verdad,
que estás presente en todas partes y lo llenas todo,
tesoro de todo bien y fuente de vida,
ven, habita en nosotros,
purifícanos y sálvanos,
Tú que eres bueno.
Amén


MISTERIOS GOZOSOS
Por Fr. Juan Taulero, O.P.



I. LA ANUNCIACIÓN DEL ANGEL A MARÍA
La fecundidad de María es aquí la imagen de la fecundidad de toda alma que acepta hacer silencio en ella para recibir plenamente la Palabra de Dios, como María ha recibido el mensaje del Ángel. Esta escucha pasiva puede parecer muy fácil; en realidad exige una gran ascesis. Esta escucha hace desaparecer nuestro yo y todas sus pretensiones para concentrarse en un Otro, de tal manera mayor, que nuestros pensamientos desfallecen ante El. En este silencio, el alma es misteriosamente tocada por Dios y se transforma en El. Del fondo del ser brota entonces una vida nueva.

II LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL
María e Isabel, alaban a Dios al constatar que el Señor ha obrado maravillas. Tienen razones para entrar en transportes de amor, de gratitud y de alegría. En Dios nuestro Salvador, cada cristiano debería encontrar un gozo y una dicha tan grandes que le pusieran fuera de sí mismo.

III EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
“Un niño nos ha nacido y un hijo se nos ha dado”. Pensemos en el nacimiento que, todos los días y en cada instante, debe realizarse y se realiza en cada alma buena y santa. En este nacimiento, Dios se nos hace tan nuestro, se nos da en tal propiedad, que nadie nunca ha tenido nada en tan íntima posesión. En efecto, si Dios se hace hombre, es para nacer en cada uno de nosotros cuando lo acojamos y aceptemos dejarle transformar nuestras vidas. Este nacimiento es un don: del Padre, que ha amado tanto al mundo que le ha dado a su Hijo; del Hijo, que viene a compartir nuestra condición. Miremos al Niño pequeño en el pesebre, tan frágil y desprotegido, y dejémonos domesticar.

IV LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
En la gesto de la ofrenda de Cristo en el Templo de Jerusalén, María reconoce que el Niño que tiene en sus brazos pertenece en primer lugar al Padre y no a ella; y ofreciéndolo, ella nos ofrece a nosotros mismos, que somos miembros de Cristo, se ofrece ella a sí misma, y ora por la humanidad entera. Nosotros también podemos en nuestra plegaria ofrecernos a nosotros mismos con todas las etapas gozosas o dolorosas de nuestro camino. Para esta ofrenda, podemos colocarnos en las maternales manos de María.

V JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO
Jesús se reconoce como el Hijo de este Padre que visita en el Templo. En adelante no cuenta ya nada más que estar en los asuntos de su Padre. ¡Que no busquemos más que el reino de Dios y su justicia, reino que deseamos y pedimos todos los días en el Padrenuestro!


MISTERIOS LUMINOSOS
por el P. Antonio Izquierdo, L.C.

I EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL RÍO JORDÁN.
Jesús, santo y consagrado por el Padre desde su concepción y nacimiento, consagra a su vez las aguas del Jordán al ser en ellas bautizado por Juan, su precursor en la misión y en el destino. Siendo Jesús la pureza misma, al entrar en las aguas para ser bautizado, las bendice y las purifica para que, sacramentalmente renovadas, purifiquen las conciencias de los hombres y obtengan su anhelada redención. Sale Jesús del agua y consigo lleva levantado el mundo, dice bellamente san Gregorio Nacianceno; el mundo es ahora más leve, por haber quedado aligerado del peso del pecado..
Por el bautismo hemos sido consagrados para Dios, somos sus hijos. ¡Para siempre!

II LA AUTORREVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ.
En Caná Jesús revela el verdadero humanismo cristiano: Comulgar con las alegrías humanas de los demás, comulgar con sus necesidades, como María, y tratar de encontrar la manera de satisfacerlas. Intuición materna de María y comunión de entendimiento con su hijo Jesús, que evocan la maravillosa y creativa relación entre los padres y los hijos. La transformación del agua en vino, o sea la transformación del amor egoísta en amor altruista, y esponsal, del que el vino en aquellos tiempos era símbolo, sumamente expresivo y lleno de contenido humano y espiritual.

III EL ANUNCIO DEL REINO INVITANDO A LA CONVERSIÓN.
El hecho de pertenecer al Reino de Dios llena de alegría el alma de todo ser humano. Los discípulos e hijos del Reino somos hombres alegres y felices, porque hemos experimentado el amor misericordioso de Dios. Somos pecadores, sí, pero el pecado no nos hunde en el pozo oscuro de la tristeza, de la angustia o de la desesperación, porque el perdón de Dios vence nuestro pecado y nos infunde paz y gozo nuevos. Por la mediación de la Iglesia, Dios Padre nos concede el sacramento de la reconciliación para encender de nuevo en nosotros la luz de la alegría y de la amistad renovada, virtudes propias de quien pertenece al Reino de Dios y de Cristo. De tal manera la misericordia de Dios nos inunda de felicidad, que sentimos la urgencia de gritarla a quienes no la comparten, la desconocen, no se sienten dignos de ella o han perdido la ilusión y la esperanza de obtenerla. Mientras dure la vida, hay posibilidad de conversión y de arrepentimiento, de perdón y de acogida en los brazos abiertos de Dios Padre. En el Reino de Dios no tiene cabida el temor, sólo hay espacio para el amor verdadero, faro de luz que ilumina a quienes navegan por el mar de la vida.
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IV LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
¡Experimentar a Dios contemplando a Jesús de Nazaret!, he aquí un programa de vida para todo cristiano. Una contemplación del rostro transfigurado de Cristo que brilla en tantos niños inocentes, en tantas miradas luminosas y puras, en tantos cristianos santos, auténticos luceros en el firmamento de la humanidad. Una contemplación que nos hace experimentar la presencia, la cercanía, la belleza y la misma santidad de nuestro Dios. ¡Cuánta luz hay en nuestro mundo, entre las personas que nos rodean, y a veces no la vemos!
Pero el resplandor de Jesucristo en el Tabor está estrechamente unido en el texto evangélico a la transfiguración del Gólgota, tan diversa, tan conmovedora, tan inolvidable. Por eso, no podemos dejar de contemplar el Cristo transfigurado en los rostros macilentos y deplorables de un drogadicto, de un enfermo de sida, de un niño consumido por el hambre, de un hombre destruido por la calumnia y la perversidad de sus semejantes. La transfiguración del Gólgota es la otra cara de la transfiguración del Tabor. Y Cristo hoy sigue transfigurándose ante los hombres en la cumbre de ambas montañas, e iluminándonos como una lámpara colocada sobre un candelero.

V LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.
Desde la primera Eucaristía, la Iglesia ha celebrado ininterrumpidamente este maravilloso misterio de amor y de fe, que provocó el estupor de los apóstoles en el Cenáculo, de los primeros cristianos en las “iglesias domésticas”, y de los cristianos de todos los tiempos hasta nuestros días. Participar en la Eucaristía es como entrar en el espacio sagrado del asombro, de la admiración, del milagro constantemente repetido y siempre nuevo, que apunta hacia la fuente misma de la Vida y del Amor hasta el extremo de una entrega sin límites. Un estupor y un asombro que brillará en nuestros ojos, y en nuestro comportamiento, a lo largo de la jornada o durante la semana entera. Un asombro que poco a poco crea en el creyente una conciencia viva de la cercanía de Jesucristo, de su presencia amorosa a nuestro lado, de una intimidad a la que dulcemente nos llama y nos atrae.


MISTERIOS DOLOROSOS
Por Fr. Juan Taulero

I LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ
Jesús, en Getsemaní, no encuentra el consuelo que buscaba legítimamente cerca de los suyos. No encuentra tampoco la fuerza interior gracias a la cual ignoraba el miedo; debe orar intensamente para salir del desánimo y aceptar la voluntad del Padre. Estaba en aquel momento amargamente abandonado, como nunca lo ha estado ningún santo. Saber soportar la privación de toda consolación interior o exterior, sin desanimarse, en la certeza de ser agradable al Padre, ésta es la ambición de los santos.

II LA FLAGELACIÓN
El misterio de la Flagelación pone en evidencia la futilidad de nuestros apegos a los placeres de la carne, a nuestro cuerpo, a nuestro confort, a nuestras comodidades. Jesús entrega su cuerpo al dolor humillante, Él, el Cordero, el Justo. El castigo que Pilato le hace padecer es tanto más odioso cuanto que él mismo acaba de constatar su inocencia. Es el juez que busca disculparse haciendo golpear a Jesús. Pero Jesús recibe los golpes por nosotros, para nuestra salvación.

III LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Dios soberanamente grande, potente, eterno, que de una palabra ha hecho el cielo y la tierra y que de una palabra puede acabar con todo, un Dios tan grande, ha querido reducirse a nada por sus pobres criaturas. Con espíritu sumiso, con humildad, decidámonos a renunciar a nuestras comodidades, al orgullo, al honor y a imitar a Cristo en las realizaciones de la vida, las costumbres, las obras.

IV LA VÍA DE LA CRUZ
No puede ser de otra manera: si el hombre desea ser bueno y llegar a Dios, sea como sea debe llevar una Cruz, cualquiera que sea; si se libera de una, le tocará otra. El peso de la cruz Cristo lo ha llevado él primero bajo su forma más penosa y de la manera más dolorosa. Y tras él, lo han llevado todos aquellos que han sido sus amigos mas queridos. Simón de Cirene ayudó a Jesús a llevar su Cruz. Jesús, que conoce el peso de una Cruz, nos ayuda a llevar la nuestra misericordiosamente y de buen grado.

V LA MUERTE DE JESÚS
Cristo no tenía ningún sostén sobre el cual hubiera podido apoyar la cabeza, tan abandonado estaba, privado de consuelo, de amigos, de socorro; no tenía nada más que esa soledad que expresa con las palabras: “¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!” El Hijo del hombre no tiene dónde reposar la cabeza: ¡Qué impresionante es pensar en estas palabras de Jesús en la Cruz cuando inclina la cabeza para entregar su espíritu!

MISTERIOS GLORIOSOS
Por la Hna. Visitación, O.P.

I LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR
En la comunidad de discípulos, una tras otra se fueron conociendo las apariciones de Jesús, y, con ellas, la certeza de que el Señor vivía. Había resucitado para vivir eternamente. Creerlo firmemente es un don de fe. De una fe que hace posible la alegría, la paz, la comunicación de la gran noticia a todos los hombres. ¡Jesús vive y
nosotros viviremos con él!

II LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO
"¿Qué hacéis ahí parados, mirando al cielo?", decía una voz a los discípulos que contemplaron su elevación entre las nubes. Animaos, caminad por el mundo llevando la buena noticia. "Id y predicad". En el cielo os aguardo. Gocémonos en nuestra fe cristiana y atraigamos a otros hombres a nuestro hogar.

III LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Jesús lo había prometido, pero los discípulos no lo entendían. El Espíritu Santo era una necesidad para la primitiva comunidad cristiana, asustada, confusa, dispersa...Cuando Jesús y el Padre enviaron su Espíritu y éste inundó de gracia los corazones atemorizados, todo cambió. Una vida nueva comenzaba para la Iglesia. En ella estamos. De ella nos alimentamos.

IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO
La Asunción es como la apoteosis de gloria de María. Es el final del camino realizado en la fe, en la maternidad, en la corredención... Jesús, la lleva consigo para siempre a participar de la gloria e interceder por nosotros, los redimidos, los pecadores. ¡María, madre de misericordia, acuérdate cada día de nosotros!

V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO REINA DE TODO LO CREADO
En este misterio todos nos sentimos felices al ver a María, la madre de Jesús, Hijo de Dios, coronada por toda la eternidad. Es nuestra Reina en el amor, en el corazón, en la gracia, en la animación apostólica, en el saber sufrir y trabajar. Pidamos que desde su trono nos mire con benevolencia, nos atraiga con ternura y nos impulse a seguir a su Hijo, Jesús.


CONCLUSIÓN

Oración final
Virgen Santa,
que naciendo a este mundo
anunciaste la paz a la humanidad afligida,
obtened a nuestros corazones la paz de la gracia de Dios,
y a la Santa Iglesia el triunfo sobre sus enemigos.
Amén.

Anecdotario
Desafiando el protocolo, y ante millones de espectadores, la Reina Fabiola de Bélgica asistió al entierro de su esposo Balduino vestida de blanco, como signo pascual de la muerte de un cristiano coherente con su fe. Quiso que el duelo nacional se transformara en un día de gloria y esperanza.

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