Nº 26: El Reino del Corazón

Bradi Barth: La Asunción


BOLETIN DEL ROSARIO
Año III - Nº 26

agosto de 2008

REFLEXION

El Reino del corazón
por Salvador Canals
Fuente: Semanario Cristo Hoy

El corazón de los hombres es como una cuna en la que Jesús vuelve a nacer, y por eso, en todos los corazones que han querido recibirlo, el mismo Jesús, aunque de modos distintos, crece en edad, en sabiduría y en gracia. Jesús no es igual en todos, sino que, según son las capacidades del que lo recibe, se manifiesta diversamente, bien como un niño, o como un adolescente en pleno desarrollo, o como un adulto.

Reinar, nacer y crecer en el corazón y en la vida del cristiano es el deseo de Cristo, que quiere, de ese modo, hacer de cada uno –de ti, de mí-, otro Cristo. Y a esa llamada de la gracia, a esa invitación de Jesús, debemos responder repitiendo las palabras del Precursor: conviene que El crezca y que yo disminuya.

Esta transformación en Jesucristo, esta unión con Dios, que es fruto de la vida interior, abraza toda la vida entera y nos hacer sentir y gustar la consoladora y tranquilizadora realidad de la parábola de la vid y los sarmientos. Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. Si alguien permanece en Mí, y Yo en él, da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada.

Sé sarmiento unido a la vid. Alma de profunda vida interior. No tardarás en darte cuenta de que tus pensamientos irán transformándose bajo el influjo de la sabiduría propia de de la vida sobrenatural, que te llevarán a pensar con las ideas de Dios, y a ver el mundo y la vida con los ojos de Dios. (…). Comprenderás las palabras de San Pablo: tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que Jesucristo.

Pues los sentimientos de Jesús, llenos de pureza y comprensión, de amor por las almas y de compasión por las que se alejan de su camino, son patrimonio de quienes se han formado en Cristo.

Tras esa unión de pensamiento y de sentimiento con Jesucristo, tras esa renovación de la vida intelectual y afectiva, la linfa de la vida interior penetrará en todas tu actividad exterior: tus obras, flores y frutos de tu vida interior estarán llenos de Dios y revelarán la superabundancia de tu amor por El. Sólo entonces serán verdaderamente obras ricas ante la presencia del Señor.

¿Quieres saber, amigo mío, si eres alma de vida interior? Hazte esta pregunta: ¿Dónde vivo actualmente con mis pensamientos, con mis afectos, con mis deseos?

Si tus pensamientos, tus afectos, tus deseos convergen hacia Jesucristo, es prueba cierta de que eres alma interior.

Pero si tus pensamientos, tus afectos y tus deseos te llevan lejos de Dios, es signo, también cierto, de que no eres alma de vida interior. Porque no debes olvidar que allí donde está tu tesoro está también tu corazón.

Como ves, hermano mío, el gran campo de batalla de las almas que aspiran a una verdadera y profunda vida interior es el corazón. Las batallas de Dios se ganan y se pierden en el corazón. Por esto la guarda del corazón es norma fundamental de la vida ascética. Cuando las almas quieren y no ponen trabas a la obra de Dios, El las conduce a la verdadera unión e instaura dentro de ellas su reino, que es reino de justicia, de amor y de paz.



GUION DEL REZO DEL ROSARIO
Por Juan Pablo De la Guerra
Perú, 2002


Oración inicial

¡Oh Dios!, por tu único Hijo que nos ha conseguido con su muerte y resurrección los bienes de la salvación eterna, concédenos que, venerando estos misterios en el Santo Rosario de la Virgen María, imitemos aquello que contienen y obtengamos aquello que prometen. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


MISTERIOS GOZOSOS

I LA ANUNCIACIÓN DEL ANGEL A MARÍA
Oh Dios, autor de la salvación, que enviaste a tu ángel Gabriel a Santa María para hacerla Madre del Redentor; aviva en nuestra mente la firme convicción de ser tus hijos y de querer vivir siempre en comunión con el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

Ofrecemos este misterio por la paz del mundo, para que los gobernantes de las naciones, responsables de promover el bien común y la concordia entre las naciones, establezcan entre los pueblos relaciones de justicia, de reconciliación y de paz.

II LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL
Oh Señor, sabiduría y fuerza de los profetas, que inspiraste a la Madre del Verbo Encarnado visitar a su distante y anciana prima, para que tu Hijo, que ella llevaba en su seno, santificase a Juan, el más grande profeta; concédenos obtener las gracias y las virtudes por la presencia operante de la Madre de la Iglesia.

Ofrecemos este misterio por nuestro obispo, y por todos los sacerdotes de nuestra diócesis, para que vivan su sacerdocio como servicio incansable y donación sin límites a Cristo y a la Iglesia.

III EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
Señor del cielo y de la tierra, que te complaciste en poner en movimiento a las estrellas del cielo, y encaminar a los humildes y doctos hacia la fría cueva en donde María dio a luz a tu Hijo divino, concédenos unirnos en la humildad y el amor a la vida del Verbo Encarnado.

Ofrecemos este misterio por todas nuestras familias, para que por medio del rezo constante del santo rosario, nuestros hogares vivan cimentados en el amor y en la paz de Cristo.


IV LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
Oh Dios, libertador del pueblo elegido, que acogiste en el templo a tu Hijo divino con su Madre Virgen; concédenos por intercesión de la misma Madre de Dios ser presentados a ti en el Paraíso.

Ofrecemos este misterio por los enfermos, para que el Señor Jesús y nuestra Madre Santa María, salud de los enfermos, los visiten con su amor misericordioso y les den la salud deseada.


V JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO
Oh Padre del cielo, que consentiste que tu Hijo divino se entretuviera contigo, entre los doctores del templo, no obstante las grandes angustias de sus padres por el temor de haberlo perdido; haznos perseverantes en la oración para conseguir los frutos de la redención.

Ofrecemos este misterio para que Santa María nos eduque a contemplar el rostro de Jesús, su Hijo y así nuestra mirada no se aparte jamás de Él.

MISTERIOS LUMINOSOS

I EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL RÍO JORDÁN.
Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne; concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad.

Ofrecemos este misterio por los jóvenes, para que siguiendo el ejemplo de entrega generosa de Santa María, tengan el valor de seguir el llamado del Señor en sus vidas, y den todas sus energías para construir un país más justo y reconciliado, donde se viva el espíritu de las Bienaventuranzas del Reino.

II LA AUTORREVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ.
Señor, Padre Santo, que, por admirable designio, quisiste que la Virgen santa interviniese en los misterios de nuestra salvación; concédenos que, dóciles a las palabras de la misma Madre de Cristo, hagamos todo lo que tu Hijo enseñó y ordenó en su Evangelio.

Ofrecemos este misterio por las familias cristianas, para que como verdaderas iglesias domésticas, sean auténticos santuarios donde se viva la fe, la esperanza y la caridad; donde florezca la fidelidad, la obediencia filial, y el amor mutuo; donde se defienda y promueva la vida.


III EL ANUNCIO DEL REINO INVITANDO A LA CONVERSIÓN.
Señor Dios nuestro, que, en la Bienaventurada Virgen María, nos diste el modelo del discípulo que fielmente guarda las palabras de vida; te rogamos que abras nuestros corazones para escuchar las palabras de la salvación, y así, por el poder del Espíritu Santo, resuenen a diario en nosotros y produzcan abundantes frutos de conversión y santidad.

Ofrecemos este misterio por nuestra Patria, para que Nuestra Señora de la Evangelización, Madre y protectora de nuestro pueblo, al que ha acompañado a través de su historia como su Maestra en la fe, interceda por nosotros y nos ayude a construir la ansiada civilización del amor.

IV LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
Oh Dios, que en la Transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos; concédenos, te rogamos que, escuchando siempre la palabra de tu Hijo, el predilecto, seamos un día coherederos de su gloria.

Ofrecemos este misterio por los consagrados y consagradas, para que viviendo su consagración religiosa, por la fiel observancia de sus reglas y constituciones, vivan con firmeza y constancia la caridad perfecta para con Dios, para con la Iglesia y para con el prójimo.
V LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.
Oh, Dios, que en la Santa Eucaristía nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Ofrecemos este misterio por la santidad de los sacerdotes y las vocaciones al sacerdocio, para que en nuestra Patria siempre haya corazones jóvenes que estén dispuestos a seguir el llamado del Señor en el servicio sacerdotal.


MISTERIOS DOLOROSOS

I LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ
Oh Dios, omnipotente y misericordioso, que en el huerto de los Olivos abandonaste a tu Hijo a una amarguísima agonía para expiación de los pecados de los hombres; convierte a ti, suma bondad, nuestras frágiles voluntades para que detestando el pecado, nos convirtamos a la santidad y a la justicia.

Ofrecemos este misterio por los pobres y por todos los que sufren, para que el Señor los auxilie en sus necesidades, aprendan a descubrir la dimensión reconciliadora del dolor y encuentren en todos los miembros de la Iglesia un testimonio de amor solidario.
II LA FLAGELACIÓN
Dios de infinita bondad y de eterna justicia, que toleraste la pena dolorosa de la flagelación de tu divino Hijo para que su sangre lavase las miserias de los hombres; imprime en nosotros sentimientos de vivo dolor por nuestros pecados y confirma el sincero propósito de repararlo generosa y sinceramente.

Ofrecemos este misterio por el Santo Padre, para que el Señor, que lo ha elegido como sucesor de San Pedro, lo cuide y ayude en todo momento, a fin de que sea para la Iglesia principio y fundamento visible de la unidad de la fe y de la comunión en la caridad.
III LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Sabiduría eterna de Dios, que no ahorraste a tu divino Hijo, nuestro Salvador, el tormento de la corona de espinas para que expiase especialmente los pecados de impureza y de orgullo del hombre; sálvanos de las tinieblas del mal.

Ofrecemos este misterio por las familias, para que las relaciones de los padres con sus hijos y de los esposos entre sí estén vivificadas por el amor, la comunicación y el respeto.
IV LA VÍA DE LA CRUZ
Oh Dios, que manifestaste tu amor en la admirable redención del hombre, y que de la penosa subida al Calvario de tu divino Hijo sacaste plena satisfacción por las culpas de la humanidad entera; convierte a los pecadores al verdadero camino, para que vuelvan a recorrerlo, aceptando de buen grado el peso de la cruz y las humillaciones debidas por sus pecados.

Ofrecemos este misterio por todos los pueblos de la tierra, para que iluminados por la sabiduría del Espíritu, reconozcan al Señor Jesús como el Hijo amado que el Padre ha enviado para salvación de todos.

V LA MUERTE DE JESÚS
Imploramos, Oh Señor, tu misericordia infinita, por la muerte en la cruz de tu amado Hijo, obediencia suprema a tu designio divino; para que sea dignamente honrada tu justicia y los hombres puedan entrar a gozar de tu presencia en la casa paterna.

Ofrecemos este misterio por el aumento de nuestro amor filial a Santa María, para que amándola como el Señor Jesús la ama, María nos configure más plenamente con su divino Hijo.

MISTERIOS GLORIOSOS

I LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR
Padre de inmensa gloria, por la fe viva y operante en la resurrección de tu divino Hijo, haznos vencedores del mal y del infierno.

Ofrecemos este misterio por la Paz del mundo, para que los gobernantes de las naciones forjen una paz con justicia y con perdón, y de esta manera cesen los odios, los deseos de venganza y el ansia de la destrucción.

II LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO
Dios omnipotente y eterno, que glorificaste la humanidad gloriosa de tu divino Hijo con la triunfante Ascensión al cielo; mantén despierta en nosotros la esperanza de las realidades espirituales y haznos partícipes en la tierra de los sentimientos del corazón materno de Santa María.

Ofrecemos este misterio por el Santo Padre, por su santidad de vida, su salud e intenciones, para que el Señor Jesús lo sostenga en todo momento con su amor.
III LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Padre!, que en unión de tu divino Hijo enviaste al Espíritu Santo a Santa María, la madre de Jesús, y a los apóstoles, reunidos con ella en el cenáculo; une a toda la humanidad en Cristo, nuestro Redentor, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Ofrecemos este misterio por las familias cristianas, para que sean testigos del Evangelio y fomenten la vocación cristiana de sus hijos.

IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO
Oh Dios, felicidad eterna de los bienaventurados, que con la Asunción al cielo en cuerpo y alma de la Madre de tu Hijo divino manifestaste el triunfo de la reconciliación del hombre; por la intercesión de la misma Virgen María, haznos santos, como tú nos quieres.

Ofrecemos este misterio por las vocaciones al sacerdocio, para que el Señor nos conceda, muchas y buenas vocaciones, a fin de que la grey cristiana, guiada por santos y sabios sacerdotes, pueda llegar segura a los pastos abundantes de la eterna felicidad.

V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO REINA DE TODO LO CREADO
Trinidad gloriosa y eterna, fin último de la persona humana y de todo el universo creado, que revelas tu gloria de manera singular en la exaltación de la Madre de tu divino Hijo, como Madre de la Iglesia triunfante, purgante y militante; haznos ahora, en la tierra, hijos devotos de la Iglesia, para poder gozar para siempre de la infinita misericordia de tu redención.

Ofrecemos este misterio por los que sufren, para que unidos con amor y esperanza a la Cruz del Señor Jesús, experimenten el amor del Padre, la presencia confortadora del Espíritu Santo, y la caridad de sus hermanos cristianos.

CONCLUSION

Oración Final


Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de cuerpo y alma, y por la intercesión de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.