Nº 11

BOLETIN DEL ROSARIO 
Año I - Nº 11 
Córdoba, julio 2006 

REFLEXIÓN 





Las Fértiles Palabras del Silencio 
Pbro. Baldomero Jiménez Duque 

El silencio vivo, es decir, lleno del rumor de Dios, es un tesoro. Es el clima a propósito para que respire el alma y se llene de vida. 
Una de las causas del deterioro de nuestra cultura actual es precisamente éste: no valorar el silencio: al contrario, destruirlo a fuerza de ruidos. Sin silencio no se puede hablar con Dios, porque Dios habla en el silencio. 
La hermana María Amada de Jesús, carmelita descalza de París, habla en su obra sobre Jesús de doce grados de silencio. Es una división convencional que nos puede servir de pauta para pensar un poco sobre este tema interesante: 

 Silencio exterior. Ya sé que tenemos que hablar, pero...se habla demasiado. Hacemos demasiado ruido. Los medios de comunicación y de difusión de la civilización en que vivimos nos invitan a toda hora a la distracción, a la dispersión, a la pérdida de intimidad. ¿Cómo pensar, estudiar, orar...en esas circunstancias? 

 Silencio de sentidos. De los sentidos externos, ventanas del alma. Hay que cultivar el recogimiento de los mismos. Hay que saber administrar con discreción su utilización. 

 Silencio de imaginación. La imaginación es tanta veces “la loca de la casa” (Santa Teresa). Ella se alimenta de las imágenes de fuera, pero además fácilmente novelea con ellas, y levanta una polvareda de ruidos, a veces hasta turbadores. 

 Silencio de la memoria. Sensitiva y racional, que muchas veces “andan en uno”.Es el almacén de nuestros recuerdos. Pues, hay que hacer silencio en ella, hay que purificar sus archivos. 

 Silencio de curiosidades. Es un desdoblamiento de lo anterior; ha de ser controlada. 

 Silencio del corazón. Es decir, silencio de afectos desordenados y profanos. Para que el amor afectivo sea todo para Dios. 

 Silencio de humildad. Del niño consciente de sus limitaciones, de su pequeñez. 

 Silencio del propio juicio. Tenemos que pensar y juzgar muchas veces, pero tenemos que ser abiertos y saber renunciar a nuestro parecer cuando se deba. Y sobre todo, no juzgar sin necesidad. 

 Silencio de la fe. Luz oscura de la fe. Ella nos permite asomarnos al misterio, que está “ en escondido”.Pero así, en escondido, ella toca a Dios. En la luz de la fe vislumbramos Su luz. 

 Silencio de la voluntad. Silencio del querer, que es la suprema y más espiritual forma de amar; silencio que es entrega, que es victimación, que es morir a sí mismo. 

 Silencio consigo mismo. Se sigue de todo lo anterior. Silencio que hace posible escuchar el silencio de Dios, su respiración, sus aspiraciones, su Palabra misteriosa, su amor inefable... 

 Silencio con Dios. Silencio pasivo. Dios lo hace en el corazón del hombre. 

 Luego vendrá el silencio celeste. Pero ése es otro silencio. El silencio eterno de Dios, que pronuncia a su Verbo, paradójicamente entre el concierto y la armonía del coro de los ángeles y los santos, en el éxtasis de todos en el amor. 

  
  GUIÓN DEL REZO DEL ROSARIO

Oración inicial 
Invocación al Espíritu Santo 

Espíritu Divino: 
Por los méritos de Jesucristo, y la intercesión de tu Esposa Santa María, 
te suplicamos vengas a nuestros corazones 
y nos comuniques la plenitud de tus dones, 
para que iluminados y confortados por ellos 
vivamos según tu voluntad, 
y muriendo entregados a tu amor, 
merezcamos cantar eternamente tus infinitas misericordias. Amén.


 MISTERIOS GOZOSOS 
por la Hermana Visitación (Dominicas de la Anunciata, Valladolid) 

I. LA ANUNCIACIÓN DEL ANGEL A MARÍA Nadie más que ella, María, supo el acontecer de aquella maravillosa escena. María, silenciosa, saboreaba la satisfacción de tener a Dios consigo, y vivía también la tristeza de José, su amado esposo, que dudaba de ella... El SÍ de María significa entrega, aceptación y abandono a la voluntad de Dios. ¡Acaso a nosotros nos pida también el Señor un SÍ generoso, como el de María!

II LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL María, al conocer el estado de buena esperanza de su prima se dirigió con presteza hacia Judea, y después de varios y duros días de camino llegó a Ain-Karím, donde vivía Isabel. El gozo de María, que quiso compartir con Isabel, era tan puro y recatado como dilatado. Por eso en un momento estalló en las palabras del Magnificat, declarando que todo en ella es gracia. Compartámosla también nosotros. 

 III EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN Meditamos en este misterio cómo Dios toma la naturaleza humana y nace en Belén, en una cueva de pastores, porque no había lugar para él y para sus padres en la posada. María sufrió la incomprensión y falta de compasión de los betlemitas, pero se sintió dichosa de velar el sueño de su Hijo y de adorarlo como a Dios. Con María, adoremos también nosotros a Jesús recién nacido.

IV LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO En la meditación de este misterio nos acercamos con María, la agraciada por el Padre, al templo de Yahvé. María lleva en brazos a su Hijo. José lleva una ofrenda cálida y pobre: dos palomas. Pero al verlos, Simeón, el venerable y anciano Simeón, que los recibe, irrumpe en un cántico de gloria y bendición. Ya es feliz, pues ha visto al Salvador, aunque ha visto también que una espada herirá dos corazones: el de María y el de Jesús. En el gozo, ya empieza el dolor... 

 V JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO A los doce años Jesús comenzó a actuar con personalidad propia y se quedó en el Templo hablando con los doctores. Sus padres lloraron su pérdida... Al encontrarlo en Jerusalén, le preguntaron llorosos: Jesús, ¿por qué nos has hecho esto? Y él les respondió, con amor, que se encontraba en la casa y en los asuntos del Padre. El misterio lo envolvió todo ... 

MISTERIOS LUMINOSOS 
(Fuente: Hermandad de Nuestra Sra. del Rosario y Santo Cristo de la Paz, Sevilla) 

I EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL RÍO JORDÁN. Jesús en el Jordán se hace solidario con todos los que somos pecadores. Es el Siervo de Dios, que acepta la Misión de salvar a los hombres cargando con sus pecados. La respuesta de Jesús a la extrañeza de Juan es muy elocuente. Es necesario que todo se cumpla según Dios quiere, es decir, por el camino de la Cruz. Reflexionemos sobre nuestra responsabilidad en el mal que existe en el mundo, y nuestra misión como cristianos de comprometernos en el plan de Jesús para liberarlo. 

II LA AUTORREVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ. El primero de los 'signos' llevado a cabo por Jesús –la transformación del agua en vino en las bodas de Caná– nos muestra a María precisamente como maestra, mientras exhorta a los criados a ejecutar las disposiciones de Cristo. Y podemos imaginar que ha desempeñado esta función con los discípulos después de la Ascensión de Jesús, cuando se quedó con ellos esperando el Espíritu Santo y los confortó en la primera misión. Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje. Meditemos sobre la tristeza que tantas veces invade el corazón de los hombres y nuestro compromiso de ser como el vino nuevo que despierta en los hombres la esperanza. 

 III EL ANUNCIO DEL REINO INVITANDO A LA CONVERSIÓN. La Salvación de Dios está centrada en la persona de Jesús. Ahora y aquí, en el momento en que Jesús aparece ante las gentes se está realizando la Salvación prometida por Dios en la Antigua Alianza. El Reino es ya una realidad tangible, a la que Jesús nos invita desde una profunda y radical conversión ¿Quiénes pueden ser hoy en día llamados a una conversión? ¿En qué podemos nosotros cambiar para que nuestro mundo lo haga? 

 IV LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS La gloria de Dios es que el hombre viva en plenitud, usando los talentos que Él nos ha dado. La Gloria de Jesucristo manifestada a sus discípulos en el Tabor a veces nos impide descubrir cómo el Señor se hace tantas veces presente en nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados. Pidamos poder ver la gloria del Señor en los pueblos y personas más necesitadas, y comprometámonos ser también nosotros, en nuestras obras, transfiguradores del rostro glorioso de Jesús. 

 V LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA. La Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana. El mismo Cristo se hace pan y vino y nos reúne en una perfecta comunión de Amor entre Dios y los hombres. Que la Eucaristía sea el núcleo fundamental de nuestra comunidad, el eje de todos los grupos y hermandades que hacen visible la Iglesia. 

MISTERIOS DOLOROSOS
(Fuente: www.llenadegracia.cl) 

I LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ Jesús quiere preparar el momento de su entrega total para salvar al hombre, y lo hace rezando, elevando su mente y su corazón al Padre. Es un diálogo lleno de abandono, y de confianza, sabiendo poner todo en sus manos. Te pido, Señora y Madre mía, que sobre todo en las circunstancias difíciles, crezca mi unión con Dios, y me abandone plenamente en Él. 

 II LA FLAGELACIÓN La entrega exige sacrificio. Jesús es azotado sin compasión, y no se queja. Nosotros también nos encontraremos, de una forma u otra, con dificultades y contradicciones, que nos golpearán por fuera o por dentro. ¿Qué actitud podemos tomar? ¿La rebeldía? ¿El reproche a Dios? Madre Nuestra, Madre mía, enséñame a hacer de las incomodidades, de los problemas, de los reveses de la vida, una forma de crecer y de amar sin condiciones. 

 III LA CORONACIÓN DE ESPINAS Aquellos hombres, que no se dan cuenta de que tienen delante al Hijo de Dios, siguen su burla, y lo coronan de espinas. Sin embargo allí, delante de ellos, humilde, respetando hasta ese extremo su libertad, el Rey de cielos y tierra les deja hacer. ¿Dónde está el verdadero reinado? ¿En el triunfo humano, en las alabanzas? Virgen y Madre, ayúdanos a reconocer la grandeza de reinar no avasallando a los demás, sino brindándoles amor sin pedir nada a cambio. 

 IV LA VÍA DE LA CRUZ Jesús carga con la cruz, una cruz que no es suya, porque es la cruz de nuestros silencios, de nuestros desprecios, de nuestros pecados. Y la lleva para que la nuestra sea menos pesada. Nos encontramos con la cruz y la rechazamos, a veces con arrogancia, sin darnos cuenta de que Jesús la ha santificado, y quiere que sea nuestra santificación. Madre dolorosa, que no pasemos por alto nada que nos haga semejante a tu Hijo, por doloroso que sea. 

 V LA MUERTE DE JESÚS En el monte Calvario crucifican a Jesús, como un malhechor, como un bandido. Es el precio de nuestra redención. Abre sus brazos y quiere estrechar con ellos a todos los hombres, para decirles hasta dónde llega el amor de Dios. Virgen de la Soledad, que contemplaste a tu Hijo en la cruz, enséñanos a ser agradecidos, a responder generosamente al amor que Dios nos ha mostrado. 

MISTERIOS GLORIOSOS 
Por Fr. Juan Taulero, O.P. 

I LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR No conocemos nosotros a Jesús ya más según la carne. Todo lo que él ha sido para nosotros sobre la tierra, él lo ha llevado a la gloria del cielo, para comunicarle íntimamente a todos aquellos que vienen a pedírselo: su Padre es nuestro Padre, su oración, nuestra oración, su amor, nuestro amor. Estamos nosotros invitados a marchar sobre sus pasos, pero es él quién marcha en nosotros: no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí y me abre al mismo tiempo los horizontes inmensos del misterio trinitario. 

 II LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO El misterio de la Ascensión, que es la culminación de la Resurrección, nos lleva con el Señor al reino del Padre y nos cierra los caminos puramente terrestres. Si hemos resucitado con Cristo, busquemos las cosas de lo alto. Pero esta elevación de nosotros mismos, esta subida, se hace en la sede de Cristo. Es la fuerza de la Resurrección que nos lleva y nos atrae, como el amor que Jesús tenía para el Padre le atraía sobre el camino de su Pasión. No podemos en efecto encontrar a Cristo mas que en los caminos que él mismo ha tomado: pobreza, abyección, desprecio. 

 III LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO Este amable Espíritu Santo es enviado a cada hombre, todas las veces y tan a menudo como el hombre, con todas sus fuerzas, se separa de toda criatura y se vuelve hacia Dios. Al instante mismo en el que el hombre hace esto, enseguida el Espíritu Santo viene con todo su cortejo de dones y colma enseguida todos los rincones y el fondo del alma. E inversamente, en el momento y en el instante mismo en el que el hombre se vuelve voluntariamente de Dios hacia las criaturas o hacia sí mismo, enseguida el Espíritu Santo se va con toda su riqueza y todo su tesoro. 

 IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO Si nuestra Señora se encuentra con su cuerpo en la gloria del cielo, es que desde su vida terrestre y a pesar de sus gracias excepcionales, ella no se había apegado a ningún bien, espiritual o corporal, interior o exterior. Estamos por lo tanto invitados, nosotros también, a no detenernos en los dones de Dios, sino a buscar sin cesar al dador Mismo, nuestro único reposo. Dejemos todas las cosas irse, disiparse, con el fin de que no haya complacencia más que sólo en El. Por esta profunda pobreza interior, participamos nosotros un poco en la pureza de María, en esta "ligereza" por la cual ella no ponía ningún obstáculo a la gracia que la elevaba hasta Dios. La Asunción comienza, como la Resurrección, en nuestra vida cotidiana aquí abajo. 

 V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO REINA DE TODO LO CREADO Dios recibe a María y la "corona", manifestando la gracia eminente que está en ella. ¡Ave, llena de gracia! ¡El Todopoderoso ha hecho grandes obras para mí, Santo es su Nombre!. El ha puesto sus ojos sobre la humildad de su Sierva. Sobre nosotros también ha puesto sus ojos, y, con tal de que nosotros le dejemos el campo libre, El hará en nosotros también grandes cosas, para nuestra dicha y para su gloria. 

CONCLUSIÓN
Oración final 
 Oración de San Germán de Constantinopla

Tú, oh purísima y piadosísima Señora, auxilio de los cristianos, refugio siempre pronto de los pecadores, no nos dejes sin tu ayuda. Abandonados por ti, ¿adónde nos refugiaremos? ¿Qué será de nosotros, oh Santísima Madre de Dios, que eres el espíritu y el aliento de los cristianos? Así como la respiración es signo cierto de vida en nuestro cuerpo, la presencia ininterrumpida de tu nombre en nuestros labios, pronunciado en toda circunstancia, y lugar, y tiempo, es indicio de vida, de alegrías y de socorro; y no solo indicio, sino también causa. Cúbrenos con las alas de tu bondad, sé nuestro amparo con tu intercesión, asegúranos la vida eterna, tú que eres la esperanza infalible de los cristianos. Amén. 

 Anecdotario La Madre Teresa relata que en una ocasión, un hombre vino a su casa para contar el caso de una familia hindú de ocho hijos. No habían comido desde hacía ya varios días y pedía que se hiciera algo por ellos. De modo que tomó algo de arroz y fue a verlos. Los ojos de los niños brillaban a causa del hambre. La señora tomó el arroz, lo dividió en dos partes y salió. Cuando regresó la Madre Teresa le preguntó qué había hecho con una de las dos raciones. Y ella respondió: “Mis vecinos también tienen hambre”. 

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