N° 43: Santa Rosa de Lima

Contemplando los Misterios Gloriosos 
con Santa Rosa de Lima

  


Oración inicial
Gloriosa Santa Rosa de Lima, 
tú que supiste lo que es amar a Jesús con un corazón tan fino y generoso. 
Que despreciaste las vanidades del mundo 
para abrazarte a su cruz desde tu más tierna infancia. 
Que profesaste una gran ternura y dedicación 
a los más desvalidos 
sirviéndolos como al mismo Jesús. 
Que amaste con filial devoción a la Virgen María. 
Enséñanos tus grandes virtudes 
para que, siguiendo tu ejemplo, 
podamos gozar de tu protección y de tu compañía en el cielo. 
Amén.


I    La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
Jesús resucitado, te pedimos por el amor que Santa Rosa siempre te ofrendó, y por el gozo con el que ella se complacía en tus divinas perfecciones, nos concedas un apartamiento de todo cuanto sea contra tu voluntad:  que vivamos y muramos asidos a Ti

Santa Isabel, con cuyo nombre fue bautizada Santa Rosa, ruega por nosotros.


II     La Ascensión del Señor
Señor Dios, Trino y Uno, te pedimos que, así como elevaste a la gloria a tu hija Rosa, nos concedas a nosotros también participar junto con ella de la infinita bienaventuranza.

San Bartolomé Apóstol, en cuya vigilia subió Santa Rosa al cielo, ruega por nosotros.


III    La Venida del Espíritu Santo
Santa Trinidad, Dios nuestro, inefablemente sabio, te pedimos, nos comuniques tu dones para amarte más y mejor, a imitación de Santa Rosa.

Santo Toribio de Mogrovejo, que confirmaste a Santa Rosa, ruega por nosotros.


IV    La Asunción de María Santísima
Señor Dios nuestro de infinito poder, te pedimos que, como a Rosa de Santa María, nos confortes en los dolores y transformes nuestra debilidad en fortaleza, para que podamos corresponder a lo que tu omnipotencia obra en nuestras almas.

San Martín de Porres y San Juan Macías, hermanos de hábito y de virtud de Santa Rosa, rogad por nosotros.

V   La Coronación de María Santísima
 ¡Oh bondad inefable, hermosura indecible! Señor Dios que reinas en el cielo junto a  tu Santa Madre, te pedimos que como a Rosa, nos sea dado descansar únicamente en Ti, con el corazón incendiado de amor.

San Francisco Solano, cuya predicación escuchó Santa Rosa, ruega por nosotros.


Oración final

Oh Dios Omnipotente, dador de todo bien, 
que hiciste florecer en América por la gloria de la virginidad y la paciencia 
a la bienaventurada Rosa, prevenida con el rocío de tu gracia; 
haz que nosotros, atraídos por el olor de su suavidad,
 merezcamos ser buen olor de Cristo. 
Que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. 
Amén.




Letanías de Santa Rosa de Lima

Santa Isabel, con cuyo nombre fue bautizada Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Bartolomé Apóstol, en cuya vigilia subió Santa Rosa al cielo, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, madre espiritual de Santa Rosa, ruega por nosotros.
Santo Toribio de Mogrovejo, que confirmaste a Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Francisco Solano, cuya predicación escuchó Santa Rosa, ruega por nosotros.
San Martín de Porras y San Juan Macías, hermanos de hábito y de virtud de Santa Rosa, rogad por nosotros.

Santa Rosa de Lima, virgen limeña, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, gloria y orgullo del Perú, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, primera flor americana de santidad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, lirio de pureza, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, violeta de humildad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, azucena de castidad, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, rosa encendida de amor, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ramillete de todas las virtudes, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, bálsamo de consuelo, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, mirra de mortificación, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, admiración de los españoles, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ejemplo de los criollos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, patrona de los mestizos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, protectora de los indios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, auxiliadora de los negros, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, defensora contra los corsarios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, sostén de tu hogar, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, alivio de los enfermos, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, socorro de los más pobres, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ejemplo de observancia, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, despreciadora de las galas mundanas, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, insigne penitente, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, coronada de espinas, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ayunadora y abstinente, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, triunfante de los demonios, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, modelo de hija y hermana, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, dócil a tu padre espiritual y confesor, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, mística esposa de Cristo, ruega por nosotros.
  
Todos los bienaventurados de la Orden de Predicadores, rogad por nosotros.





Oración por el Jubileo Dominicano

Dios Padre de misericordia,
que llamaste a tu servidor Domingo de Guzmán a ponerse en camino
como peregrino itinerante y predicador de la gracia,
al prepararnos a celebrar el Jubileo de la Orden,
te pedimos que infundas de nuevo en nosotros
el Espíritu de Cristo Resucitado,
para que podamos proclamar con fidelidad y alegría
el Evangelio de la paz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.




N° 42: Los modos de orar de Santo Domingo

Nº 42 26 de julio de 2015




Contemplando los Misterios Gloriosos
siguiendo los Modos de Orar de nuestro Padre Domingo

Domingo oraba después de predicar, enseñar, caminar... Estaba cansado, como quizás lo estamos hoy nosotros por otros motivos. Y oraba en diferentes posturas para mantenerse vigilante.


I    La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo

Nuestro Padre Domingo, ante el crucifijo, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser. Se inclinaba ante el altar en señal de profunda humildad ante la majestad de Dios. Otras veces, postraba completamente su rostro en tierra, con dolor de sus pecados.

Ante Jesús resucitado recordamos a los jóvenes envueltos en historias oscuras de droga, de desesperanza, de problemas familiares; en nuestro interior hacemos memoria de los niños explotados, de los migrantes humillados, de los sin techo. Pedimos también por aquellos que trabajan a favor de los marginados.


II     La Ascensión del Señor
A veces Domingo se alzaba del suelo y se flagelaba prolongando en su cuerpo la Pasión de Jesús. Después se volvía hacia el crucifijo y con gran confianza en su misericordia, le mostraba la obra de sus manos, unas manos que son también las nuestras ¿qué le podemos presentar a Jesús de nuestras vidas?

Poniendo el pensamiento en la ascensión del Señor hacemos memoria de todos los que sufren, de los enfermos incurables, de las víctimas de la guerra y la violencia; recordamos también a nuestros familiares, vecinos, amigos; y no olvidamos a aquellos con quienes mantenemos relaciones tensas.


III    La Venida del Espíritu Santo

Algunas veces nuestro Padre Domingo, estando en el convento, permanecía ante el altar; mantenía su cuerpo derecho, sin apoyarse ni ayudarse de cosa alguna. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto; así se mantenía con mucha reverencia y devoción, como si leyera ante el Señor. A veces juntaba las manos a la altura de los ojos, entrelazándolas fuertemente. Y otras las elevaba hasta los hombros  como si quisiera aguzar el oído. Domingo ora en actitud de ofrenda.

Por la meditación de este misterio, le pedimos a la Madre de Jesús que ponga en nuestro corazón sentimientos llenos de esperanza para cuidar la creación que Dios nos ha confiado.


IV    La Asunción de María Santísima

A veces se veía también orar a Santo Domingo con las manos y brazos extendidos en cruz, permaneciendo erguido  en la medida en que le era posible. Esto lo hacía cuando sabía que Dios le movía con especial fuerza a una gracia singular. Otras veces se le hallaba dirigido por completo hacia el cielo, con las manos elevadas sobre su cabeza, un poco separadas, como para recibir algo de las alturas. Así se identifica con Cristo y abraza a todos los hombres y mujeres con su oración.

Nosotros también podemos elevar nuestros brazos  y hacer memoria de los hombres y mujeres que no son cristianos pero creen en Dios y lo buscan con sincero corazón; recordamos a quienes llevan su cruz de cada día, a quienes les cuesta aceptarla, a quienes la rechazan, a quienes se la cargan a otros... Podemos abrirle nuestro corazón a Jesús y decirle lo que nos preocupa, los proyectos, los anhelos.


V   La Coronación de María Santísima

Nuestro Padre Santo Domingo tenía otro modo de orar, hermoso, devoto y grato para él: se alejaba a  algún lugar, para leer en soledad, venerando la lectura y degustando la Palabra de Dios. Y al trasladarse de una región a otra, se apartaba de su compañero, se le adelantaba y oraba. Porque Domingo siempre hablaba de Dios o con Dios.

Por la meditación de este misterio danos Señor, la gracia de imitar a Domingo perseverando en la oración de  súplica, de alabanza, de petición y contemplación.


N° 41:Rosario de Pentecostés

Nº 41 24 de mayo  de 2015






La gloria de la Trinidad en Pentecostés
(de la Catequesis del Papa Juan Pablo II
durante la Audiencia General del  31 de mayo de 2000)

I    La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
Pentecostés, la celebración de la efusión del Espíritu Santo, presenta diferentes perfiles en los escritos del Nuevo Testamento. El pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que relata acerca de las  lenguas de fuego que se posaron sobre las cabezas de María y los apóstoles, es la escena más inmediatamente reconocida tanto en el arte como en la liturgia. El don del Espíritu se presenta dentro de una teofanía, es decir, de una revelación divina solemne, que en sus símbolos, recuerda la experiencia de Israel en el Sinaí: el fragor, el viento impetuoso, el fuego que evoca el rayo, exaltan la trascendencia divina. En realidad, es el Padre quien dona el Espíritu a través de la intervención de Cristo glorificado, tal como lo declara  Pedro en su discurso: Jesús, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, en Pentecostés, el Espíritu Santo se ha manifestado, donado y comunicado como Persona divina. En este día se ha revelado plenamente la Santa Trinidad….


II     La Ascensión del Señor
Toda la Trinidad está involucrada en la irrupción del Espíritu Santo, difundido en la primera comunidad, y en la Iglesia de todos los tiempos, como sello de la Nueva Alianza anunciada por los profetas, en apoyo del testimonio, y como manantial de unidad. En virtud del Espíritu Santo, los apóstoles anuncian al Resucitado a todos los pueblos, y todos los creyentes, en la diferencia de sus idiomas, de sus culturas, y de sus vicisitudes históricas, profesan la única fe en el Señor, anunciando las grandes obras de Dios.


III    La Venida del Espíritu Santo
En el evangelio de San Juan, la efusión del Espíritu Santo se presenta en la misma noche de Pascua y está ligada íntimamente a la resurrección: estando cerradas las puertas, Jesús se presentó en medio de los discípulos; les dio la paz, les mostró las manos y el costado, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". El acto simbólico del soplo evoca el acto del Creador que, después de haber plasmado el cuerpo del hombre con el polvo del suelo, sopló sobre él para darle aliento de vida. Cristo resucitado comunica otro aliento de vida, el Espíritu Santo. La redención es una nueva creación, obra divina con la que la Iglesia está llamada a colaborar a través del ministerio de la reconciliación. También en esta escena resplandece la gloria de la Trinidad: la gloria de Cristo Resucitado, la gloria del Padre que lo envía, y la del Espíritu, difundido como don de paz.


IV    La Asunción de María Santísima
El apóstol Pablo no nos ofrece una narración directa de la efusión del Espíritu, sino que habla de sus frutos. El Espíritu es el don del Padre, que nos hace hijos adoptivos, haciéndonos partícipes de la misma vida de la familia divina: el Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios, y por ello, sus herederos y coherederos de Cristo.
Con el Espíritu Santo en el corazón podemos dirigirnos a Dios con el apelativo familiar «Abbá», tal como lo hacía  Jesús. Como Él, podemos caminar según el Espíritu en la libertad interior profunda: el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.


V   La Coronación de María Santísima
Concluyamos esta contemplación de la Trinidad en Pentecostés con una invocación de la liturgia de Oriente: Venid, pueblos, adoremos a la Divinidad en tres personas: el Padre en el Hijo con el Espíritu Santo. Pues el Padre desde toda la eternidad genera un Hijo coeterno y reinante con él, y el Espíritu Santo está en el Padre, glorificado con el Hijo, potencia única, única sustancia, única divinidad. Trinidad Santa, ¡Gloria a Ti!