15 de agosto de 2013
MISTERIOS
DE LUZ
Marko Rupnik,sj: Bautismo de Cristo
I El Bautismo del Señor
Entrando en el río Jordán, Jesús, sin pecado, hace visible su
solidaridad con los que reconocen sus propios pecados, eligen arrepentirse y
cambian de vida; hace comprensible que formar parte del pueblo de Dios quiere
decir entrar en una óptica de novedad de vida según Dios. En este gesto, Jesús
anticipa la cruz, toma el lugar de los pecadores, asume sobre sus hombros el
peso de la culpa de la humanidad entera, cumpliendo la voluntad del Padre.
(Benedicto XVI, catequesis del 30 de noviembre de 2011)
II Las
bodas de Caná
En Caná, la Virgen muestra una vez más su total
disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de
verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando
en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su "primer signo": la
prodigiosa transformación del agua en vino.
De ese modo, María precede en la fe a los discípulos, que creerán después del milagro.
La exhortación de María: "Haced lo que él os diga” invita
a una confianza sin vacilaciones.
(Juan PabIo II,
audiencia general del miércoles 26 de febrero de 1997)
III El anuncio del Reino invitando a la conversión
El inicio de la misión de Jesús marcó también su separación
de la Madre, la cual no siempre siguió al Hijo durante su peregrinación por los
caminos de Palestina. La separación no significaba lejanía del corazón, ni
impedía a la Madre seguir espiritualmente a su Hijo, conservando y meditando su
enseñanza. María comparte el itinerario de su Hijo y, cada vez más unida a él
en la fe, en la esperanza y en el amor, coopera en la salvación. La Virgen se
convierte así en modelo para quienes acogen la palabra de Cristo: nos enseña a
ponernos con confianza a la escucha del Salvador, para descubrir en él la
Palabra divina que transforma y renueva nuestra vida.
(Juan PabIo II, audiencia general del miércoles 12 de marzo
de 1997)
IV La
Transfiguración
La Transfiguración del Señor nos invita a dirigir la mirada
"a las alturas", al cielo. En la narración evangélica de la
Transfiguración en el monte, se nos da un signo premonitorio, que nos permite
vislumbrar de modo fugaz el reino de los santos, donde también nosotros, al
final de nuestra existencia terrena, podremos ser partícipes de la gloria de
Cristo, que será completa, total y definitiva. Entonces todo el universo
quedará transfigurado y se cumplirá finalmente el designio divino de la
salvación. La Virgen, que participó en el misterio de Cristo más que ninguna
otra criatura, nos sostenga en nuestro camino de fe.
(Benedicto XVI, Angelus del 5 de agosto de 2007)
V La
institución de la Eucaristía
Pongámonos a la escucha
de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en
ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza
trasformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el
amor. Al contemplarla Asunta al Cielo en alma y cuerpo, vemos un resquicio del
« cielo nuevo » y de la « tierra nueva » que se abrirán ante nuestros ojos con
la segunda venida de Cristo. La Eucaristía es ya aquí, en la tierra, su prenda
y, en cierto modo, su anticipación: ¡Ven, Señor Jesús!
(Juan PabIo II, Ecclesia
de Eucharistia)
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