23 octubre de 2016
Misterios
Gloriosos del Santo Rosario
escritos por
Fray Juan Taulero, monje dominico del siglo XIV
La Coronación de a Virgen por la Trinidad
Gregorio Vasquez de Arce y Ceballos (1638-1711)
I La Resurrección
Todo lo que Jesús ha sido para nosotros sobre la
tierra, Él lo ha llevado a la gloria del cielo. Estamos invitados a marchar
sobre sus pasos, pero es Él quién marcha en nosotros: no somos nosotros quienes
vivimos, sino es Cristo quien vive en nosotros y nos abre los horizontes infinitos del misterio trinitario.
II La Ascensión
Ya que era necesario que Cristo sufriera para entrar en su gloria, nosotros debemos
seguir a nuestro amable maestro: que cada hombre tome su Cruz y le siga. El
misterio de la Ascensión, que es la culminación de la Resurrección, nos lleva
con el Señor al Reino del Padre. La fuerza de la Resurrección nos lleva y nos
atrae. Así como el amor que Jesús tenía para el Padre le atraía sobre el camino
de su Pasión, nosotros no podemos en encontrar a Cristo más que en los caminos
que Él mismo ha tomado: pobreza, abyección, desprecio.
III Pentecostés
En el momento
en que el hombre se vuelve hacia Dios,
enseguida el Espíritu Santo viene con todo su cortejo de dones, y colma todos los rincones y el fondo del alma. E
inversamente, en el instante mismo en el que el hombre se vuelve
voluntariamente de Dios hacia las criaturas,
enseguida el Espíritu Santo se va con toda su riqueza y todo su tesoro.
Cualesquiera que sea la cosa a la que el hombre se aplica, si no lo hace bajo el
impulso de Dios, es a sí mismo al que busca.
IV La Asunción de la Virgen
Si
nuestra Señora se encuentra con su cuerpo en la gloria del cielo, es que desde
su vida terrestre ella no se había apegado a ningún bien, espiritual o
corporal, interior o exterior.
Estamos
invitados nosotros también a no detenernos en los dones de Dios, sino a buscar
sin cesar al Dador Mismo, nuestro único reposo. Dejemos todas las cosas
disiparse con el fin de que no haya complacencia más que en Él. Por esta profunda pobreza interior, participamos
nosotros un poco de la pureza de María, de esa diligencia por la cual ella no ponía ningún obstáculo a
la gracia que la elevaba hasta Dios. La Asunción comienza, como la
Resurrección, en nuestra vida cotidiana aquí abajo.
V La Coronación de la Virgen
¿Qué
es esta corona? ¿Qué es esta ilustre herencia? No es otra cosa que Nuestro
Señor Jesucristo; Él es la ilustre herencia, ya que es heredero de su Padre y nosotros somos sus
coherederos. ¡Ave, llena de gracia! ¡El
Todopoderoso ha hecho grandes obras en Tí, Santo es su nombre! Él ha puesto sus
ojos sobre la humildad de su sierva. Sobre nosotros también ha puesto sus ojos,
y, si le dejamos, El hará en nosotros
también grandes cosas para nuestra dicha
y Su gloria.
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