8 de
diciembre de 2017
FIESTA DE LA INMACULADA
CONCEPCIÓN
Francisco de Zurbarán: Inmaculada Concepción
Museo del Prado
MISTERIOS DE GOZO
(Textos extraídos de
escritos de San Juan Pablo II)
I La Anunciación
del Ángel a María
María, la Llena de
Gracia, al proclamarse esclava del Señor desea comprometerse a realizar de modo
perfecto el servicio que Dios espera de todo su pueblo. El acto de fe de María
nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en
Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa. Al comienzo de
la nueva alianza, también María, con su fe, ejerce un influjo decisivo en la
realización del misterio de la Encarnación, inicio y síntesis de toda la misión
redentora de Jesús.
Oh
Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste digna
habitación a tu Hijo, te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de
tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su
intercesión llegar a Tú limpios de pecado. Amén.
II
La Visita de María Santísima a su
prima Santa Isabel
A María, primera
redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera
por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al
modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a alcanzar.
Oh
Redentor nuestro: te rogamos humildemente que, por intercesión de María
Inmaculada que fue libre de todo pecado, nos concedas la gracia de dominar nuestras pasiones y destruir nuestras
malas inclinaciones.
III El
nacimiento de Jesús en Belén
El cántico de los
ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en
quienes él se complace», revela a los pastores lo que María había expresado en
su Magníficat: el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de
Dios, que se manifiesta especialmente hacia los humildes y los pobres.
Madre
de Dios, Virgen Inmaculada: enséñanos cómo ser fieles a la Gracia que, como
redimidos, hemos recibido en el Bautismo, y cómo responder al plan de Dios
sobre cada uno de nosotros.
IV La
Presentación de Jesús en el Templo
Las palabras proféticas
de Simeón y de Ana anuncian no sólo la venida del Salvador al mundo, su
presencia en medio de Israel, sino también su sacrificio redentor. Aquel día en
que José y María ofrecieron a Jesús en el Templo, se vivió un anticipo de lo
que ocurriría luego: el Cordero de Dios iba a ser verdaderamente ofrecido en sacrificio para la
Salvación de toda la humanidad. En el ofrecimiento de Cristo en el templo
también estaba incluido el ofrecimiento de María, la confirmación de su sí incondicional dado en la Anunciación.
Se puede pues afirmar que María, ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí
misma.
Señora
y Madre nuestra, nos consagramos a Tí. Guárdanos al calor de tu corazón para
que sepamos responder a las exigencias sobrenaturales de nuestra fe para ser
ante el mundo expresión luminosa del misterio de Cristo.
V Jesús
perdido y hallado en el Templo
A través de este
episodio, Jesús prepara a su Madre para el misterio de la Redención. María, al
igual que José, vive en esos tres dramáticos días en que su Hijo se separa de
ellos para permanecer en el templo, la anticipación del triduo de su pasión,
muerte y resurrección. En el templo de Jerusalén, en este preludio de su misión
salvífica, Jesús asocia a su Madre a sí: ya no será solamente la madre que lo
engendró, sino la Mujer que, con su obediencia al plan del Padre, colaborará en
el misterio de la Redención. De este modo, María, conservando en su corazón un
evento tan rico de significado, llega a una nueva dimensión de su cooperación
en la salvación.
Oh
Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como
diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios sobre todas
las cosas, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada,
nos concedas un amor sincero de Ti, y que antes queramos perder todas las cosas
que ofenderte con un solo pecado.
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