diciembre
de 2018
Misterios Gloriosos
Textos extraídos de
Homilías de Adviento de Benedicto XVI
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682): "La Colosal Inmaculada Concepción"
El Adviento es el
tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón
es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada,
que ningún sufrimiento puede borrar. La alegría por el hecho de que Dios se ha
hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos anima a
caminar confiados. Modelo y sostén de este íntimo gozo es la Virgen María, por
medio de la cual nos ha sido dado el Niño Jesús. Que Ella, fiel discípula de su
Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y en la
espera. (28 de noviembre de 2009)
I LA RESURRECCIÓN DE N.S.J.
La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los
cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de
nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día,
no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de
justicia y de paz. (28 de noviembre de 2009)
II LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO
El Adviento es
tiempo favorable para redescubrir una esperanza no vaga e ilusoria, sino cierta
y fiable, por estar «anclada» en Cristo, Dios hecho hombre, roca de nuestra
salvación. (1 de
diciembre de 2007)
III LA
VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Es precisamente el Espíritu Santo, que formó a Jesús, hombre
perfecto, en el seno de la Virgen, quien lleva a cabo en la persona humana el
admirable proyecto de Dios, transformando ante todo el corazón y, desde este
centro, todo el resto. Así, sucede que en cada persona se renueva toda la obra
de la creación y de la redención, que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo van
realizando desde el inicio hasta el final del cosmos y de la historia. Y como
en el centro de la historia de la humanidad está la primera venida de Cristo, y
al final, su retorno glorioso, así toda existencia personal está llamada a
confrontarse con él —de modo misterioso y multiforme— durante su
peregrinación terrena, para encontrarse "en Él" cuando vuelva. (26 de noviembre de 2005)
IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO
A
Cristo dirijamos nuestra mirada y nuestro corazón, en unión espiritual con la
Virgen María, Nuestra Señora del Adviento. Pongamos nuestra mano en la suya y
entremos con alegría en este nuevo tiempo de gracia que Dios regala a su
Iglesia, para el bien de toda la humanidad. Como María, y con su ayuda materna,
seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que el Dios de la paz nos
santifique plenamente, y la Iglesia se convierta en signo e instrumento de
esperanza para todos los hombres. (29 de noviembre de 2008)
V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO
REINA DE TODO LO CREADO
Dejémonos guiar
ahora por Aquella que llevó en su corazón y en su seno al Verbo encarnado. ¡Oh
María, Virgen de la espera y Madre de la esperanza, reaviva en toda la Iglesia
el espíritu del Adviento, para que la humanidad entera se vuelva a poner en
camino hacia Belén, donde vino y de nuevo vendrá a visitarnos el Sol que nace
de lo alto, Cristo nuestro Dios! (1 de
diciembre de 2007)
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