N° 42: Los modos de orar de Santo Domingo

Nº 42 26 de julio de 2015




Contemplando los Misterios Gloriosos
siguiendo los Modos de Orar de nuestro Padre Domingo

Domingo oraba después de predicar, enseñar, caminar... Estaba cansado, como quizás lo estamos hoy nosotros por otros motivos. Y oraba en diferentes posturas para mantenerse vigilante.


I    La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo

Nuestro Padre Domingo, ante el crucifijo, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser. Se inclinaba ante el altar en señal de profunda humildad ante la majestad de Dios. Otras veces, postraba completamente su rostro en tierra, con dolor de sus pecados.

Ante Jesús resucitado recordamos a los jóvenes envueltos en historias oscuras de droga, de desesperanza, de problemas familiares; en nuestro interior hacemos memoria de los niños explotados, de los migrantes humillados, de los sin techo. Pedimos también por aquellos que trabajan a favor de los marginados.


II     La Ascensión del Señor
A veces Domingo se alzaba del suelo y se flagelaba prolongando en su cuerpo la Pasión de Jesús. Después se volvía hacia el crucifijo y con gran confianza en su misericordia, le mostraba la obra de sus manos, unas manos que son también las nuestras ¿qué le podemos presentar a Jesús de nuestras vidas?

Poniendo el pensamiento en la ascensión del Señor hacemos memoria de todos los que sufren, de los enfermos incurables, de las víctimas de la guerra y la violencia; recordamos también a nuestros familiares, vecinos, amigos; y no olvidamos a aquellos con quienes mantenemos relaciones tensas.


III    La Venida del Espíritu Santo

Algunas veces nuestro Padre Domingo, estando en el convento, permanecía ante el altar; mantenía su cuerpo derecho, sin apoyarse ni ayudarse de cosa alguna. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto; así se mantenía con mucha reverencia y devoción, como si leyera ante el Señor. A veces juntaba las manos a la altura de los ojos, entrelazándolas fuertemente. Y otras las elevaba hasta los hombros  como si quisiera aguzar el oído. Domingo ora en actitud de ofrenda.

Por la meditación de este misterio, le pedimos a la Madre de Jesús que ponga en nuestro corazón sentimientos llenos de esperanza para cuidar la creación que Dios nos ha confiado.


IV    La Asunción de María Santísima

A veces se veía también orar a Santo Domingo con las manos y brazos extendidos en cruz, permaneciendo erguido  en la medida en que le era posible. Esto lo hacía cuando sabía que Dios le movía con especial fuerza a una gracia singular. Otras veces se le hallaba dirigido por completo hacia el cielo, con las manos elevadas sobre su cabeza, un poco separadas, como para recibir algo de las alturas. Así se identifica con Cristo y abraza a todos los hombres y mujeres con su oración.

Nosotros también podemos elevar nuestros brazos  y hacer memoria de los hombres y mujeres que no son cristianos pero creen en Dios y lo buscan con sincero corazón; recordamos a quienes llevan su cruz de cada día, a quienes les cuesta aceptarla, a quienes la rechazan, a quienes se la cargan a otros... Podemos abrirle nuestro corazón a Jesús y decirle lo que nos preocupa, los proyectos, los anhelos.


V   La Coronación de María Santísima

Nuestro Padre Santo Domingo tenía otro modo de orar, hermoso, devoto y grato para él: se alejaba a  algún lugar, para leer en soledad, venerando la lectura y degustando la Palabra de Dios. Y al trasladarse de una región a otra, se apartaba de su compañero, se le adelantaba y oraba. Porque Domingo siempre hablaba de Dios o con Dios.

Por la meditación de este misterio danos Señor, la gracia de imitar a Domingo perseverando en la oración de  súplica, de alabanza, de petición y contemplación.


No hay comentarios: